La educación popular es aquella que busca transformar las estructuras sociales a través de un diálogo horizontal entre educadores y educandos, valorndo los saberes de las comunidades y fomentando una investigación comprometida con la justicia social. En este sentido, la educación popular no solo enseña, sino que emancipa y politiza, consolidándose como una herramienta para la transformación de las sociedades.Se trata de una pedagogia que centra su atención en los sectores populares, incluyendo trabajadores, campesinos, comunidades indígenas, poblaciones empobrecidas y otros colectivos históricamente marginados. Esta hecha por, para y desde ellos lo que promueve la construcción del conocimiento desde el reconocimiento de los contextos específicos y las realidades propias de los sujetos siendo fundamental la articulación de los procesos participativos.
La educación popular no tiene un origen único ni una fórmula mágica tal como lo señalan los autores; más bien, surge de un proceso histórico complejo que responde a las crisis sociales y educativas del siglo XX. Sus raíces se encuentran en prácticas como bibliotecas públicas, círculos de estudio y conferencias filosóficas, donde ideas de corte socialista, comunista, indigenista y antimperialista comenzaron a entrelazarse. En América Latina, los gobiernos populistas entre los años 1930 y 1950 promovieron reformas educativas destinadas a las clases populares. En Brasil, el trabajo de Paulo Freire como director de extensión cultural en Recife fue crucial al conceptualizar ideas como la “concientización” y la “educación para la liberación”. Momentos clave como la revolución cubana, las reformas educativas de 1961, los movimientos estudiantiles en Argentina y México, y el Concilio Vaticano II marcaron la consolidación de la educación popular en las décadas de los 60 y 70.
Su modelo dialógico y horizontal rompe con las jerarquías tradicionales en la producción de conocimiento, promoviendo un aprendizaje colectivo que reconoce los saberes locales como legítimos y esenciales para interpretar y transformar el mundo. Desde esta perspectiva, la educación popular dota a las ciencias sociales de herramientas teóricas y metodológicas para abordar problemáticas sociales con un enfoque emancipador y transformador.
Un ejemplo de ello son sus efectos dentro del programa de Lecs, donde se nos ha permitido como maestros en formación reconocer que enseñar no es solo transmitir conocimientos, sino también aprender de las comunidades, sus contextos y sus saberes. Esto contribuye a la formación de docentes con un compromiso ético-político, que entienden su rol no solo como transmisores de conocimientos, sino como agentes de cambio social. Gracias a su fundamento dialógico la EP fomenta procesos de autorreflexión y análisis crítico de las realidades sociales que aplicamos en la práctica profesional. Este enfoque desafía los paradigmas tradicionales al proponer una relación de reciprocidad entre teoría y práctica, en la que el acto educativo se convierte en una experiencia reflexiva y transformadora.